Uno de cada tres chilenos vive con dolor crónico, y se estima que afecta a entre un 20% y 40% de la población mundial. El dolor no es sólo un síntoma de muchos problemas de salud, es un problema de salud en sí mismo, uno de los más importantes a nivel global.
El dolor crónico causa trastornos funcionales, psicológicos (como la ansiedad y depresión), impide un buen dormir. Incluso puede afectar nuestra vida familiar, social y laboral. En resumen, el dolor crónico es incapacitante.
Aún más, en el intento de mitigar el dolor, existe el riesgo de abusar de medicamentos o sustancias que acarrean sus propios riesgos para la salud. Por último, no debemos subestimar el impacto económico y social de este mal tan extendido e invalidante.
¿Qué es el dolor?
El dolor es una sensación desagradable, a menudo causada por un estímulo intenso y/o nocivo. La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor la define como “una experiencia sensorial y emocional desagradable relacionada con el daño real o potencial de un tejido”.
El dolor nos mueve a evitar o huir de los estímulos que lo causan, en este sentido el dolor es un mecanismo de protección de nuestra integridad y de nuestra salud. A lo largo de la evolución, el dolor ha cumplido principalmente esta función: cuidarnos de aquello que nos hace daño.
Si bien no se ha establecido hasta qué punto los organismos más primitivos experimentan dolor, muchas de las especies animales, incluso las más alejadas de los seres humanos, poseen reacciones similares de alejamiento de los estímulos que pueden dañarlos.
Es complejo comparar el dolor, como lo experimentamos los seres humanos, con las conductas de autoprotección de otras especies, entre otras cosas, porque el dolor humano posee un fuerte componente emocional y cognitivo, además del puramente fisiológico.
El dolor en el ser humano
En los seres humanos, el dolor puede acarrear otros síntomas y consecuencias. En lo meramente físico, mareos, sensación de debilidad, náuseas e incluso pérdida de conciencia. A nivel psicológico, puede producir rabia, cambios súbitos de ánimo, irritabilidad y efectos más perdurables, como hemos mencionado anteriormente, como es el caso de trastornos del ánimo como la depresión.
A nivel fisiológico, sabemos cuál es el mecanismo del dolor en la mayoría de los casos. Repartidos por todo el cuerpo existen receptores del dolor (o nociceptores), que son parte del sistema nervioso, que transmiten al cerebro el estímulo dañino, el que a su vez lo interpreta como dolor.
Pero no tenemos estos receptores en el 100% de nuestro cuerpo, quizás has escuchado o leído que “el cerebro no duele”. En efecto, podemos padecer de cefalea (dolor de cabeza), pero en sentido estricto, el cerebro no tiene receptores de dolor, el cerebro como tal, no puede “doler”. De la misma forma, no es doloroso cortarnos el pelo o las uñas.
En ocasiones, la causa del dolor es obvia para quien lo padece. En otros casos, es necesaria la intervención de profesionales de la salud para encontrar la causa del dolor. Y aún en algunas oportunidades, es imposible conocer la causa.
¿Es el dolor algo subjetivo?
La experiencia del dolor es mucho más que su descripción física. Cuando sentimos dolor, se gatillan innumerables sensaciones asociadas, partiendo por el miedo y ansiedad a sufrir un daño o padecer una enfermedad, especialmente si no podemos identificar la causa inmediata del dolor.
Por lo tanto, el dolor es subjetivo. Cada persona posee una sensibilidad propia, y asocia a un episodio de dolor diversas emociones que vienen de su historia personal y cultural y de su estado de ánimo. Más aún, diferentes culturas, religiones y escuelas filosóficas dan un diferente sentido y asignan diversos significados, incluso trascendentes, al dolor.
Por ejemplo, es frecuente que atletas de alto rendimiento, que están sometidos a niveles de exigencia muy por sobre lo normal, sufran durante gran parte de su carrera activa algún nivel de dolor. El deporte de alta competencia exige rendimientos extraordinarios y somete el cuerpo del deportista a esfuerzos fisiológicamente anormales.
En ciertas religiones, la experiencia del dolor posee un valor trascendente, ya sea para relativizar la importancia de la experiencia terrenal, o como expiación de faltas. Por último, ciertas escuelas filosóficas, como los estoicos, asignan gran importancia al autocontrol y superación de la experiencia del dolor (“estoicamente”).
¿Qué tipos de dolor existen?
Hay muchas formas de clasificar el dolor. En cuanto a su duración, distinguimos dolor agudo y dolor crónico.
Dolor agudo
El dolor agudo es aquel intenso y de duración acotada. Habitualmente es causado por un daño puntual y específico a alguna parte del cuerpo (por ejemplo una herida, contusión o lesión). Suele terminar cuando el estímulo que lo causa desaparece, o cuando el daño asociado es reparado.
El dolor agudo, como reacción a un estímulo dañino, es un desarrollo evolutivo, que nos permite prepararnos para una reacción de “luchar o huir”, aumentando además nuestro ritmo cardíaco y respiratorio.
El dolor agudo puede ser:
- Somático: Percibido en la piel o en las estructuras inmediatamente internas bajo la piel.
- Visceral: Es el que se percibe en órganos internos.
- Irradiado: Se percibe como dolor en una zona que no es directamente la afectada (como el dolor irradiado al hombro o brazo izquierdo en un infarto al miocardio).
En este caso, por lo tanto, el tratamiento del dolor consiste en la solución del problema de salud que lo origina.
Dolor crónico
El dolor crónico puede ir desde leve a severo, es de duración prolongada y frecuentemente es síntoma de una enfermedad que requiere tratamiento. En el caso del dolor crónico, existen tratamientos de variada índole para eliminarlo o al menos mitigarlo.
Otra clasificación, más especializada del dolor distingue entre:
- Dolor neuropático: Causado por lesiones a los nervios periféricos. Puede percibirse como choques eléctricos o acompañado de adormecimiento.
- Dolor fantasma: Se produce en el caso de amputaciones, en que se siente dolor en una parte del cuerpo (por ejemplo una extremidad) que ha sido amputada. Recordemos que la sensación dolorosa en última instancia se produce en el cerebro, que en estos casos “interpreta” el dolor como originado en un miembro que ya no existe.
- Dolor central: Debido a tumores, infartos, degeneración de tejidos o hemorragias. Es constante y se describe como una sensación de quemadura o presión.
¿Al sufrir dolor, cómo saber si debo consultar a un especialista?
Si tienes dudas sobre el origen del dolor, es recomendable consultar a un profesional, al menos, en los siguientes casos:
- Si el dolor proviene de un accidente o si hay sangrado o una posible fractura. Especialmente si hubo golpes en la cabeza.
- Si se trata de un dolor interno (visceral) muy intenso. Puede haber una causa seria detrás.
- Si el dolor es en el pecho.
- Si el dolor tiene impacto en tu vida normal, en tu trabajo, o no te permite dormir bien.
Quiero aclarar que al decir “consultar a un profesional”, dependiendo de la situación particular, intensidad del dolor, otros síntomas, etc., esto puede significar acudir a un servicio de urgencia, no necesariamente “pedir hora” para otro día.
¿Cómo se diagnostica y evalúa el dolor?
Siendo una experiencia tan subjetiva e individual, que no es directamente visible, cuantificar y caracterizar el dolor no es fácil. No obstante, podemos dar algunas pistas al respecto:
En primer lugar, el médico indagará algunas características haciendo al paciente preguntas tales como:
- La sensación específica. ¿Cómo se siente el dolor? ¿Arde, es punzante, es difuso?
- Ubicación: ¿Dónde se siente específicamente? ¿Es puntual o se irradia?
- ¿Qué lo agrava o alivia? ¿Ciertas posiciones o actividades, afectan la intensidad o características del dolor?
- ¿El dolor cambia según el momento del día? ¿Duele más al despertar o a media tarde?
- ¿Qué efecto tiene en la vida cotidiana de la persona? ¿Cómo afecta su funcionamiento y su estado de ánimo?
- ¿Qué comprensión tiene la persona de su dolor? ¿Es un dolor “conocido”? ¿Tiene alguna hipótesis de lo que pueda causarlo?
Cuantificar el dolor también es un desafío. Para esto existen diferentes cuestionarios estándar, el relato verbal del paciente describiendo su dolor también es de ayuda.
Quizás la herramienta más conocida es la Escala Visual Análoga (EVA), que pide al paciente ubicar el dolor que padece en una escala de 0 (sin dolor) a 10 (el “mayor dolor imaginable”). En el caso de los niños, se emplea un conjunto de “caras de dolor”, para tener una noción de la intensidad del dolor según lo experimenta el paciente.
¿Qué tratamientos existen para el dolor?
Dependiendo del tipo y causa del dolor, de la condición del paciente y de su experiencia particular de dolor, pueden aplicarse diversas terapias.
Antes de detallarlas, por favor recuerda: no te autodiagnostiques ni automediques. Si, puedes tomar una aspirina o paracetamol para el dolor de cabeza, pero en general no uses medicamentos que no has usado antes o no conoces, ni tampoco tomes medicamentos por largo plazo sin supervisión médica.
Medicamentos
- AINEs (Anti inflamatorios no esteroidales). En este grupo están algunos de los más conocidos: la aspirina, el ibuprofeno, el naproxeno. Habitualmente pueden comprarse sin receta médica. Creo que ya lo dije pero insistiré: no tomes medicamentos indiscriminadamente. Ningún fármaco es 100% inocuo.
- Paracetamol (Acetaminofeno). Es un analgésico y antipirético (contra la fiebre) efectivo, pero recuerda mi consejo anterior. Además, si necesitas tomar un gramo de paracetamol todos los días, quizás hay alguna causa detrás, que debas consultar con un médico.
- Opioides. Se usan en dolores muy intensos y son muy efectivos. Lamentablemente tienen una serie de características indeseables, causan adicción, producen síndrome de abstinencia y pierden efectividad en el tiempo.
Otros tratamientos para el dolor
- Acupuntura: Es la inserción de agujas finas en puntos específicos, que tienen el efecto de bloquear la respuesta dolorosa.
- Bloqueos: Inyección de medicamentos próximo a grupos de nervios que pueden ser causa de dolor.
- Psicoterapia: Para ayudar a lidiar con el dolor crónico, particularmente con el aspecto emocional. Además, existe una relación demostrada del tipo “círculo vicioso” entre la depresión y el dolor crónico. Para evitar o tratar la depresión asociada, la psicoterapia es de ayuda.
- Estimulación transcutánea de nervios (TENS): Emplea corriente eléctrica de baja intensidad para estimular grupos de nervios, mediante pulsos de frecuencia, intensidad y amplitud controlados.
- Terapia física: En manos de un terapeuta calificado, puede ser de utilidad, especialmente para aliviar el dolor en la espalda.
- Cirugía: Existen diferentes cirugías ya sea a nivel de columna, nervios periféricos o cerebro para el manejo del dolor. Entre ellas, las cirugías descompresivas, las rizotomías, y la cirugía de estimulación profunda cerebral o espinal.
- Técnicas de relajación: Comprenden una serie de ejercicios y técnicas, algunas de ellas pertenecientes a disciplinas de medicina alternativa. Consulta con un médico sobre la eficacia de estas opciones.
- Calor / frío: La aplicación de packs de calor o frío puede ser de ayuda. Una ventaja es que, con precauciones básicas, suelen ser inocuas.
- Descanso: Si el dolor proviene de una lesión traumática puntual o por sobreesfuerzo o fatiga, el descanso general o de la parte del cuerpo afectada puede ser útil.
¿Existen especialistas en dolor crónico?
La fisiatría es la especialidad dedicada al tratamiento y manejo del dolor crónico.
El fisiatra aborda el dolor considerando los aspectos fisiológicos además de los psicológicos y sociales, tratando a las personas que la padecen, a través de:
- El uso de medicamentos analgésicos sistémicos o locales
- La realización de procedimientos bajo ecografía
- El manejo del aspecto anímico y la evaluación de los aspectos individuales que influyen en el dolor.
- La indicación de terapias kinésicas especializadas.
- La indicación de terapias ocupacionales, que permiten integrar su dolor en las actividades básicas de la vida diaria haciéndolos más funcionales.
- Además de todo lo previo, la prescripción del ejercicio físico permite al paciente continuar este proceso terapéutico guiado y así integrarlo a su rutina diaria, disminuyendo ojalá su experiencia de dolor, mejorando así su calidad de vida.
Otra especialidad que aborda el tratamiento del dolor son los médicos paliativistas. Esta disciplina se enfoca en la mejora de la calidad de vida de personas aquejadas por enfermedades crónicas graves, uno de cuyos aspectos es el dolor.
En ocasiones, los médicos paliativistas tratan pacientes fuera de alcance terapéutico y por lo tanto, colaboran en la asistencia a enfermos terminales para una muerte digna.
Dr. Smiljan Astudillo
Fisiatra especialista en rehabilitación y manejo del dolor